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Las respuestas a tus dudas sobre mascotas y mas - 8 - 18 - 45

En la mayoría de los países occidentales el número de hogares que cuentan con mascotas es cada vez mayor, principalmente perros y gatos, ha crecido firmemente en las últimas décadas, aunque tambien se elige como mascota a otros animales como periquitos . No obstante, la utilización del término mascota ha recibido diferentes cuestionamientos en tanto no respetaría la integridad del animal. En su lugar muchos autores han optado por la utilización de la expresión animal de compañía, la que connotaría una relación más igualitaria. No obstante, esta expresión asimismo ha recibido cuestionamientos y no necesariamente resulta reemplazable con el término mascota.

Mascota contra animal de compañía parece reflejar la manera dual en la que estos animales son considerados y tratados. Se exponen desarrollos sobre el origen de la tenencia de mascotas y su evolución histórica, y se discuten a partir de los más recientes cambios culturales. Por último, como conclusión, se resalta el potencial de estos animales para confrontar a las personas respecto de su posicionamiento antropocéntrico en el planeta, promoviendo un acercamiento más igualitario cara los animales y el planeta natural.

¿QUÉ ES UNA MASCOTA? OBJETOS Y MIEMBROS DE LA FAMILIA

Hace dos o bien tres años, en uno de los paseos habituales que efectuamos con mis perras por el parque, ellas empezaron a jugar con un cachorro de Beagle de unos seis meses de edad. Aprecié que el perro caminaba con complejidad y le pregunté a su dueña por esto. Ella me comentó que se trataba de una nosología crónica de los nervios de las patas traseras de origen impreciso, que al principio había pasada inadvertida en tanto el animal era pequeñísimo al instante de su adquisición, mas que entonces se había hecho muy evidente.

Me contó que tras una serie de estudios veterinarios ella había ido al vivero a pedir el reembolso de su dinero, debido a la nosología del animal. El criador le había referido que probablemente no se tratara de un inconveniente congénito, en tantos los padres y hermanos del perro no habían mostrado un cuadro afín. De todas maneras, el hombre habría admitido su reclamo, ofreciéndole 2 alternativas: entregarle un nuevo cachorro o bien reembolsarle su dinero; claro, siempre y cuando devolviese el can enfermo al criador. La mujer manifestó que no estaba presta a dar al animal, en tanto había comenzado a formar un vínculo con él y suponía que el criador acabaría por sacrificarlo. Esto parecía haber aumentado su indignación cara el maligno criador.

Le pregunté entonces qué haría si volviese al instante de la compra: si elegiría a su perro o si elegiría a un hermano sano. Ella se mostró desconcertada, y sin lograr responder, de forma rápida arremetió nuevamente contra la moral del criador y refirió sus intenciones de denunciarlo.

INTRODUCCIÓN

Ancestralmente, en distintas culturas cerca de todo el mundo, los animales han sido respetados como compañeros esenciales en la supervivencia y en la salud de las personas. Muchas tradiciones espirituales han honrado las relaciones entre humanos y las formas de vida animal, como parte de la interconexión con el mundo natural y espiritual (Serpell, 2006).

Sin embargo, las actitudes humanas cara los animales han sido extraordinariamente variables y arbitrarias entre diferentes culturas. Es probable que estas diferencias tengan un origen tanto materialista —existiendo motivos económicos relacionados— como asimismo en las connotaciones sensibles y simbólicas particulares (Kobayashi, 2011; Serpell, 1996). Los animales son esenciales para sociedades de cazadores-colectores y ganaderos, que se basan en ellos de manera directa para obtener comida, lana, cuero, herramientas y otros materiales. Asimismo, son fundamentales en las sociedades agrícolas y en las civilizaciones que emergieron de estas, donde además de materiales proveían fuerza motora (York & Mancus, dos mil trece).

Los animales han tenido una profunda influencia en las diversas sociedades humanas desempeñando un rol esencial durante la historia de la humanidad (York & Mancus, dos mil trece). Hoy día constituyen uno de los componentes naturales de mayor significado social y económico, científico y cultural de un país (Páramo & Galvis, 2010). Los humanos utilizan animales de múltiples formas, básicamente en relación a productos tangibles o bien servicios, como ser la producción de alimentos o bien pieles, transporte, seguridad o investigación biomédica (Sandøe, Corr, & Palmer, 2016).

Al tiempo que la mayor parte de los animales domésticos son explotados con indiferencia a partir de los recursos económicos y los servicios prácticos que proveen, hay una categoría absolutamente distinguida de animales domésticos, la que, por motivos no obvios, está excluida de este trato (Serpell, 1996; Serpell & Paul, mil novecientos noventa y cuatro). Estos animales, son mantenidos en los hogares de las personas donde parecen tener un propósito escasamente definido. A estos nos referimos generalmente como mascotas (Sandøe et al., 2016); y los animales que prototípicamente representan esta categoría son los perros y los gatos.

En la mayoría de los países occidentales, el número de hogares que cuentan con perros o gatos ha crecido de manera firme en las últimas décadas (Serpell, dos mil dieciseis). En Estados Unidos en el año dos mil once más de un tercio de los hogares tenían uno o más perros, y poco menos de una tercera parte tenía uno o más gatos (American Veterinary Medical Association, 2012). Cálculos más recientes efectuados por la American Pet Products Association (s.f.) estimaron que entre el 2015 y el dos mil dieciseis más del 44 por ciento de los hogares estadounidenses contarían con cuando menos un perro de compañía. En la UE en el dos mil catorce se encontró que poco más del veinticinco por cien de los hogares tenían al menos un gato, y alrededor del dieciocho por cien tenía cuando menos un perro (European Pet Food Industry Federation, 2014).

El informe últimamente publicado por el Ministerio de Hacienda respecto de la posesión de animales de compañía en la Ciudad Autónoma de la ciudad de Buenos Aires (Dirección General de Estadística y Censos, 2016) estimó una población levemente superior: cuatrocientos treinta con cero perros, a razón de un cánido cada setecientos catorce personas, y doscientos cincuenta con cero gatos, a razón de un gato cada ciento veinticinco personas.

Las mascotas pueden variar extensamente, incluyendo diferentes especies de mamíferos, aves, peces y reptiles. En el último relevamiento demográfico de animales de compañía publicados respecto de la Ciudad Autónoma de la ciudad de Buenos Aires por el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur, se estimó un total de ochocientos sesenta y cinco mil novecientos ochenta y cuatro animales. De estos, el cuarenta y nueve y diecinueve por cien eran caninos, 23.87 por ciento felinos, trece y sesenta y nueve por cien aves y 13.25 por cien de otras especies (Bovisio et al., dos mil cuatro).

Al paso que las relaciones establecidas con ciertos de estos animales resultan parcialmente parasociales y unilaterales (y también.g., adoptar un perro tortugas, peces), las relaciones establecidas con otras mascotas, como perros y gatos, implican compañía, contacto físico y bienestar. No obstante, podemos abarcarlos a todos en una misma categoría y referirnos a todos bajo el término. Entonces, ¿qué es una mascota?

¿CÓMO SE DEFINEN?

En español la palabra loro yaco mascota tiene 3 acepciones, en tanto designa una persona, animal o bien cosa que sirve de talismán atrayendo buena suerte, un género de sombrero flexible, y un animal de compañía (Diccionario de la Real pagina web de mascotas en general Academia Española, 2014). La lengua española lo tomó del francés mascotte, préstamo tardío (de mil ochocientos sesenta y siete) del provenzal mascoto, que en francés significa “brujería, embrujo”, y que se propagó a partir a la opereta de Audran La Mascotte de 1880, que rondaba en torno a una joven que atraía buena suerte (Currel, 2006).

En inglés, mascota (pet) tiene diversas acepciones, mas aquella que se refiere al animal de compañía lo define como un animal típicamente domesticado o amansado, que es mantenido por placer o compañía (Stevenson, 2010).

En las definiciones de mascota, en tanto animal de compañía, se destaca la tendencia a discriminar los animales mantenidos esencialmente por motivos sociales, sensibles o bien sentimentales (i.e., mascotas) de aquellos animales mantenidos por propósitos económicos o prácticos (i.e., animales de trabajo, ganado, animales de experimentación). De todas maneras, se reconoce que las dos categorías puedan sobreponerse en la práctica, como ocurre con los perros guía o bien perros pastores (Serpell & Paul, 2011).

Una definición ampliamente aceptada de la mascota como animal de compañía, la describe como aquel animal que se halla bajo control humano, vinculado a un hogar, compartiendo intimidad y proximidad con sus cuidadores, y recibiendo un trato singular de cariño, cuidados y atención que garantizan su estado de salud (Savishinsky, 1985). Aunque los humanos han mantenido como mascotas una enorme pluralidad de animales —incluyendo grillos, tigres, cerdos, vacas, ratas, cobras, caimanes, águilas— los animales prototípicos que identifican la categoría mascota son los perros y los gatos (Herzog, 2012).

En japonés es posible denominar a una mascota como petto o bien como aigandôbutsu (literalmente “animales para querer y con quienes jugar [o disfrutar]”); y mientras que algunas especies, como perros y gatos, son referidos de las dos formas, otras como los grillos o bien escarabajos —en su conjunto llamados mushi— son referidos en la literatura usualmente como petto, mas nunca como aigandôbutsu (Laurent, 2000).

En la cultura occidental, en nuestros días el término mascota no disfruta de popularidad en tanto no respetaría la propia integridad y dignidad de los animales (Sandøe et al., dos mil dieciseis), y animal de compañía ha sido preferido por muchos investigadores en el campo de las interacciones humano-animal. Este último término hace referencia a la principal función que la gente refiere de muchos de estos animales y a la vez connota una relación de mayor igualdad (Staats, Wallace, & Anderson, 2008; Walsh, dos mil nueve).

La expresión animal de compañía se ha mostrado asimismo problemática, en tanto el término de compañía, o en inglés asimismo compañero (companion), pasa por alto el hecho de que los humanos son generalmente considerados los dueños de sus compañeros no-humanos; y, además, animal oscurece el hecho de que los humanos también son animales (Redmalm, 2013). Ciertos autores rechazan asimismo este término en tanto muchas mascotas no se configuran como compañeros (y también.g., Herzog, dos mil doce).

Así mascota y animal de compañía no necesariamente serían términos intercambiables, sino el primero comprendería un amplio rango de animales con los que las personas elijen vivir, y el segundo término reflejaría un subconjunto de mascotas con los que las personas tienen un vínculo singular y también interactivo (Sandøe et al., dos mil dieciseis).

Por otra parte, legalmente los animales de compañía son considerados propiedades (Irvine, 2004; Miller, 2011). Aunque resulta indiscutible que en tanto las personas adquieran animales legítimamente son sus dueños o bien dueños, diversas organizaciones dedicadas a la protección de animales hacen referencia a sus tenedores como custodios, buscando reflejar la relación subjetiva que existe con el animal (Armstrong et al., 2001). Si bien este término, por lo menos de forma simbólica, genera un corrimiento del modelo de propiedad hacia uno más bien familiar, tiende a situar la cuestión en un territorio de parentalidad; esto puede contribuir a la infantilización de estos animales al tiempo que carece de cualquier tipo de respaldo legal (Miller, dos mil once). En contraste a quien tiene la custodia de un niño, quien ejercita la custodia sobre una mascota está autorizado a deshacerse de ella, venderla, caparla o sacrificarla. Para Herzog (dos mil doce) los términos animal de compañía y protejo son solo ilusiones lingüísticas que aparentan que no poseyéramos a los animales con los que vivimos.

Se ha propuesto la incorporación legal de los animales de compañía como propiedad viviente y el reconocimiento de sus derechos legales (Favre, 2000; 2010). No obstante, si estos animales son entendidos esencialmente como una clase de seres vivos que existen para brindar placer y compañía a los humanos, entregarle un valor intrínseco a su vida hace que sea controvertible su posesión y posesión, sea que los llamemos mascotas o bien animales de compañía (Irvine, 2004).

Por su lado, el término mascota permitiría resaltar la asimetría y jerarquía que existe en la relación entre humanos y estos animales (Belk, 1996). A su vez resalta la situación paradójica que estos ocupan, siendo productos de mercado y a la vez siendo incluidos en la esfera humana como miembros de la familia (Redmalm, 2013). Así, los perros y gatos de compañía pueden ser pensados como criaturas que hacen equilibrio entre la naturaleza y la cultura, simultáneamente incluidas y excluidas de un nosotros humano. Mascota contra animal de compañía refleja la forma dual en la que estos animales son considerados y tratados (Belk, 1996).